Y la vacuna contra el miedo ¿para cuándo?
Todos hemos sentido miedo en algún momento de nuestra vida. Lamentablemente la situación que se vive en el mundo actualmente a raíz del virus SARS-CoV-2 ha sido uno de los mas grandes detonadores de esta emoción por la incertidumbre que trajo consigo. Sin embargo esta es la historia de la humanidad, no de un virus, no de una pandemia, es la historia del destino que los humanos hemos construido. El virus es un simple mensajero, un maestro que trae lecciones y oportunidades. No somos víctimas de nada, ni de la naturaleza, ni de las decisiones que toma el gobierno. Este artículo es una invitación a hacernos cargo, a ser responsables y tomar las riendas de nuestras vidas, de nuestra salud y quizás salir de esto mejor de lo que entramos. Queremos que nos acompañes a poner la mirada en lo importante: escuchar, sentir, interpretar y apropiarte de esas lecciones que nos trae la pandemia para dejar de temerle.
Empecemos con el impacto que causa el miedo a nivel fisiológico. Un gran porcentaje de la población mundial vive con miedo de contraer la enfermedad, de que alguien cercano la contraiga o de algún otro aspecto consecuente de la situación, como el económico. El miedo produce cambios inmediatos en el cuerpo; por ejemplo: se incrementa el consumo de energía celular, aumenta la presión arterial, los niveles de azúcar en la sangre y la actividad de alerta cerebral. A su vez, se disminuyen o se detienen las funciones no esenciales, se incrementa la frecuencia cardiaca y la sangre fluye a los músculos grandes especialmente a las extremidades inferiores en preparación para la huida; se inicia una cascada hormonal desde el hipotálamo a la hipófisis y las glándulas suprarrenales, incrementando los niveles de adrenalina y cortisol. La adrenalina nos pone en un estado de vigilancia alta ante un estímulo amenazante y el cortisol ayuda a los músculos a liberar más azúcar para tener energía inmediata. Sin embargo, cuando el miedo esta presente todo el tiempo y sin que haya una amenaza real (es decir, cuando se vive con miedo) se empiezan a generar desórdenes psiquiátricos y fisiológicos.
Sentirse alerta o asustado de manera constante, hace que el cortisol se libere continuamente, se consuma todo el azúcar del cuerpo e incluso baje el nivel de respuesta inmunológica. Si estos procesos están activos todo el tiempo, somos mas vulnerables a cualquier enfermedad y contribuye a la inflamación y al estrés oxidativo.
En el cerebro las repercusiones que hay se dan porque el cortisol aumenta el tamaño de la amígdala y disminuye las de otras regiones que son importantes para suprimir el miedo. En gente atemorizada o que pasó por un trauma muy fuerte y del que no se repone, reacciona muy rápido a cualquier estímulo aunque no sea amenazante. Si esta situación sigue durante mucho tiempo, puede causar cambios en la conformación del cerebro y en la respuesta fisiológica corporal ante el miedo.
¿Qué hacer para manejar este miedo? Reconectate contigo mismo. Vivir con miedo te desconecta de lo más importante, que es disfrutar la vida. Todos hemos sufrido. Todos hemos tenido que trascender eventos que nos han causado dolor. Sufrir, llorar y sanar son parte de la naturaleza de nuestra existencia. Pregúntate ¿hace cuánto no conectas contigo mismo, con lo que sientes? Vivir la vida en automático es lo "normal", y es que estamos programados para hacerlo de ese modo. Es más fácil, así evitas lidiar con tus emociones. ¿Será que todo eso lo hacemos para huir de nosotros mismos? La pandemia nos vino a poner un espejo enfrente y lidiar con lo que vemos allí. Tal vez fue una buena manera para parar y reparar. Apagar por unos instantes la máquina de producción y encender el corazón.
Entrégate al cambio. Tenemos claro que el estilo de vida que hemos llevado hasta ahora como humanidad no estaba funcionando. Las medidas de higiene que hemos adaptado por pandemia pueden tener un impacto negativo a largo plazo al propiciar un mayor nivel de vulnerabilidad biológica y mental en las personas. El enfoque no está siendo el adecuado, deberíamos preocuparnos por educar generaciones nuevas con estilos de vida que los hagan fuertes contra episodios de este tipo. Enseñar una correcta alimentación, un buen manejo de estrés y emociones, practicar deporte o alguna actividad física, evitar o eliminar por completo prácticas nocivas para la salud como tabaquismo deberían ser el foco de los proyectos y campañas de salud de todos los gobiernos. Todo eso es lo que realmente fortalecería al sistema inmunológico de cada persona y resultaría en una raza humana más fuerte y adaptada.
Así que ya sabes, tienes la decisión en tus manos: continuar con lo que es evidente que no funciona o generar el cambio por ti mismo. Dejemos de vivir con miedo y hagámonos responsables de nuestra propia vida, de nuestra salud. Comienza con cambios como dejar de comer azúcar y procesados, meditar 5 minutos al día o hacer 30 min de actividad física al día. Cuando entendamos que la situación que estamos viviendo llego para quedarse, el miedo a vivir desaparecerá.
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Fuentes
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31952856/
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27510423/
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29551602/