Cómo evitar los metales pesados y su riesgo neurodegenerativo
Si bien la genética tiene un papel importante en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y la Enfermedad de Parkinson, se ha visto que los factores de riesgo del medio ambiente también pueden desempeñar un papel clave en el inicio y progresión de la enfermedad (1).
Con respecto a las enfermedades neurodegenerativas más comunes, la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Parkinson son las más estudiadas en cuanto a exposiciones con metales pesados y pesticidas. Los metales pesados como el plomo, el cadmio, y el manganeso se usan muy frecuentemente hoy en día en diferentes industrias; sin embargo, se ha visto que pueden contribuir a estas enfermedades neurodegenerativas al aumentar la inflamación y muerte de las neuronas (2).
El plomo es un metal pesado que se utiliza con aplicación industrial, por ejemplo en las baterías de almacenamiento para automóviles, reciclaje de desechos electrónicos, la extracción y fundición de este metal (3). Este metal pesado se dice que es neurotóxico porque fácilmente entra al cerebro y desencadena una serie de reacciones que matan a las neuronas, ocasionando poco a poco deterioro de la memoria más adelante en la vida (4).
El cadmio, al igual que el plomo, atraviesa la barrera hematoencefálica para entrar a cerebro y provocar reacciones parecidas al plomo (3). Este neurotóxico puede entrar a nuestro organismo a través de los alimentos, o inclusive debido al cigarro de tabaco. Es uno de los metales pesados que más tendencia tiene a acumularse en los alimentos (5). Algunos de los efectos que puede tener en nuestra salud son: diarreas, vómitos severos, daños en el sistema inmune, psicológicos y debilitamiento óseo. Lo podemos encontrar en patés, champiñones, mariscos, o algas secas; aunque el metal pesado que se encuentra en mayor cantidad en los pescados es el mercurio (6).
El mercurio es un elemento que se encuentra en la naturaleza de diferentes formas. Los pescados de gran tamaño como el pez espada, marlin, atún y salmón y los de mayor edad son los que acumulan mayor cantidad de mercurio (6). El ser humano puede absorber hasta el 95% de este tóxico presente en el pescado al ser consumido. La exposición al mercurio, incluso a pequeñas cantidades, puede causar graves problemas de salud y es peligrosa para el desarrollo intrauterino y en las primeras etapas de vida (7).
En cuanto al manganeso, a pesar de su importancia en la salud humana, en una cantidad excesiva se convierte en neurotóxico (3). Los estudios epidemiológicos que utilizan el cabello o sangre como biomarcadores informan asociaciones entre los altos niveles de manganeso en adultos y una función cognitiva deteriorada. En niños que viven cerca de una planta en Brasil de aleación con manganeso, se vieron asociaciones entre las altas concentraciones en el cabello y un deterioro en el rendimiento del dominio verbal. Aquellos con exposición ocupacional reportaron déficits en la atención y concentración, memoria, función visuoespacial, aprendizaje verbal y funciones ejecutivas y cognitivas (8).
Por último, el arsénico es otro de los metales pesados más importantes que se conoce por su alta toxicidad y amenaza para la salud. Podemos encontrar arsénico por medios naturales, fuentes industriales o de fuentes no deseadas. El agua potable puede contaminarse por el uso de pesticidas arsénicos, depósitos minerales naturales o la eliminación inadecuada de productos químicos de arsénico. El arsénico en el organismo provoca el mal funcionamiento de la respiración celular y otras funciones vitales para la vida (9).
En cuanto a toxicidad por pesticidas, se ha visto en muchos estudios que estos tienen asociación con el desarrollo de Enfermedad de Parkinson. En un estudio del año 2020, se realizó un mapeo de casos relacionados con personas que vivían cerca de bosques comerciales, tierras boscosas y pastos donde se utilizaban pesticidas (10). El grupo de plaguicidas conocidos como organoclorados se asocia con mayor frecuencia a Enfermedad de Parkinson, ya que estos compuestos también son neurotóxicos e inducen efectos negativos en el cerebro (11).
Ya sean metales pesados o pesticidas, es necesario comprender que estos tienen alta toxicidad y es necesario tomar acciones preventivas para evitar la acumulación de estos compuestos en nuestro cuerpo. Afortunadamente, hoy se conocen medidas e intervenciones que incluyen múltiples factores de estilo de vida, que nos pueden proteger en contra de este daño:
Terapias con Probióticos
Algunos probióticos poseen capacidades antimicrobianas y varios estudios han descubierto que pueden reducir las toxinas patógenas y producir compuestos para mejorar la inmunidad intestinal, y de todo el cuerpo (12). Pueden usarse para aliviar la toxicidad dada por metales pesados y pesticidas. En un estudio realizado en Tanzania, se demostró que los Lactobacillus Rhamnosus reducen la acumulación de metales pesados como plomo y cadmio, reduciendo su absorción a través de la pared del intestino. Entonces se dice que una solución segura, sencilla, y accesible para reducir la absorción de metales pesados es consumiendo lactobacilos (13). Estos se encuentran en productos lácteos fermentados, como el yogur, el kefir y preparados, alimentos o suplementos probióticos que contienen Lactobacillus, bifidobacterias y otras formas bacterianas beneficiosas. Otro tipo de alimentos fermentados como el chucrut también se cultivan con cepas de lactobacilos.
Nutrición
La nutrición es parte esencial de las medidas preventivas ante el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas. Se han investigado patrones de alimentación y nutrimentos específicos por su capacidad de proteger a las neuronas del cerebro. Una estrategia de medicina y nutrición funcional puede incluir un plan de alimentación donde se consuman más alimentos y compuestos que apoyen las vías del hígado para una eliminación saludable de toxinas. Estos alimentos están llenos de fitonutrientes que respaldan la función intestinal y hepática durante el proceso natural de desintoxicación (14). El cardo mariano es una planta medicinal que pertenece al género silybum. Su compuesto, silimarina, es capaz de proteger al hígado y apoyar en la desintoxicación (15).
Investigaciones más recientes respaldan el papel de las vitaminas B, D, ácido fólico, los polifenoles, y el omega-3 para la protección de las neuronas y la reducción del riesgo de deterioro cognitivo (16). Se recomienda una alimentación rica en antioxidantes como frutas, nueces, verduras y especias; así como reducir las calorías que se consumen y tener un moderado consumo de alcohol. Todo esto puede reducir el deterioro cognitivo relacionado con la edad, y disminuir el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas (16).
De igual manera, es recomendable seguir una dieta mediterránea, la cual es un patrón de alimentación que se complementa con la práctica de ejercicio físico, y tiene múltiples beneficios para la salud cognitiva (17). Esta se basa en los ingredientes propios de la agricultura local de los países con clima mediterráneo, como verduras, leguminosas, fruta, pescado, carnes blancas, pasta, arroz y frutos secos; además del consumo de vino, con contenido de resveratrol, en moderación (18). Otro de los productos más recomendados es el aceite de oliva, con ácido oleico y un alto contenido de carotenos y vitamina E. La dieta mediterránea promueve el consumo de aceite de oliva frente a otros tipos de aceites, y especialmente, frente a la mantequilla. En este patrón alimentario escasean productos como las carnes rojas, los dulces, y harinas refinadas (17).
Sin duda, es importante evitar las exposiciones tóxicas a metales pesados para un bienestar óptimo; sin embargo, en el mundo actual esto cada vez se vuelve más difícil. Es por eso que debemos asegurarnos de llevar una alimentación y un estilo de vida saludable para preservar la salud cognitiva y reducir el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas.
En este momento, la evidencia científica respalda llevar un patrón de alimentación de tipo mediterráneo, consumir probióticos, especialmente lactobacilos, y realizar actividad física regular. Todas estas acciones pueden protegernos ante el daño ocasionado por compuestos tóxicos, y así mejorar nuestra calidad de vida y asegurar la salud cognitiva en etapas más avanzadas de la vida.
Fuentes:
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28777965/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28777965/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32651318/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30664867/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27301955/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32846288/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/8472672/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20943219/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26109881/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32121433/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32426240/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31368544/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30426826/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31829802/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/15846671/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29316987/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29892785/
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26180587/